Enseñanza Ficción: “El profesor hace como que enseña y el alumno hace como que aprende“. (Concepto acuñado hace unos años por el grupo de “Investigación en la Escuela” de Sevilla.
No es que nos guste echar leña al fuego con la que está cayendo, pero es que llevamos muchos años pensando que es una de las mejores definiciones del sistema educativo español en la Enseñanza Secundaria Obligatoria y en el Bachillerato, que es lo que conocemos medianamente bien.
No tenemos muy claro si la culpa es de las autoridades educativas o simplemente que lo que hacen las autoridades es reflejo de lo que demanda una sociedad cada vez menos interesada en el conocimiento y más en los potenciales beneficios de “sacarse el título”. Pero que el sistema educativo español es “como de mentira” es un hecho.
La formación del profesorado
Como lo mío es la formación del profesorado, es por lo que voy a empezar. A raíz de la promulgación de la LOGSE, la formación permanente del profesorado, obligatoria, pasó a formar parte de todas las leyes educativas. Antes de la LOGSE, la que había era voluntaria, impartida por los ICEs de las universidades o gestionada colectivamente en “Escuelas de verano” de diversa índole, casi siempre de movimientos de izquierdas al estilo de la Institución libre de Enseñanza.
Es curiosos reseñar que gran parte de esa formación no se certificaba, e incluso que casi “quedaba feo” pedir certificado. Además el porcentaje de profesorado que acudía a esa formación era exiguo.
Pero con la LOGSE llegaron los “sexenios”, o sea el complemento retributivo por formación. La idea no era mala, lo que ha sido penoso es su funcionamiento. A pesar de reiterados planes de formación anual elaborados por el Ministerio, las consejerías, los CEPs, etc., la triste realidad es qu, para gran parte del profesorado se ha tratado de conseguir certificados de “cualquier manera”, dejando los aspectos formativos en un muy segundo plano.
Tengo tantas evidencias de esto que digo que nadie me lo puede rebatir: cursos a distancia en los que no hay que hacer nada, cursos presenciales a los que mucha gente va exclusivamente a firmar, actividades no formativas por las que se obtienen horas de formación, aunque no tengan nada que ver con la formación, actividades formativas extrañas y sin ningún valor científico como “inteligencias múltiples”, “estilos de aprendizaje”, “mindfullnes” y un largo etcétera. Un cuento de hadas.
Hace ya bastantes años realicé una investigación, patrocinada por el INTEF, sobre formación de profesorado mediante entrevistas grabadas. Los profesores a los que entrevisté no recordaban ni de qué trataban los cursos que habían hecho.
Y claro, ahora nos encontramos con que el profesorado se enfrenta al hecho de que tiene que dirigir la actividad de sus alumnos a distancia, y resulta que un montón de profesionales, sí profesionales, de la enseñanza, reconocen sin rubor que no tienen ni idea de Moodle, ni de Classroom, ni de ninguna herramienta tecnológica con la que ayudar a sus alumnos.
Las autoridades educativas
Aunque el informe PISA nos pone siempre de “chupa dómine“, las autoridades educativas parece que “pasan” ampliamente de todo lo que signifique calidad de la enseñanza. Todos los profesores sufrimos la presión, velada o no tanto, para que los alumnos aprueben. Es evidente que el objetivo político es disminuir el fracaso escolar, lo cual se entiende como los alumnos que consiguen el graduado escolar. No como los alumnos que consiguen las competencias básicas que ese certificado presupone.
Ni que decir tiene que la importancia que se le ha dado a los padres y madres en la gestión de los centros, en lo que se traduce en muchos casos se parece más a una policía política que a una forma de colaboración mínimamente efectiva.
La gestión de esta crisis. Pobres profesores/as
El culmen del despropósito lo estamos viviendo con esta crisis. La semana pasada asistí, afortunadamente como espectador, a la orden emitida por las autoridades educativas de Cantabria de que los tutores y tutoras, las grandes víctimas del sistema educativo actual, llamaran por teléfono a todos sus tutorandos para recabar información de qué estaban haciendo, de qué les habían mandado sus profesores hacer, y de que elaboraran un informe y lo entregaran a las jefaturas de estudios. Sí con su propio teléfono. Increíble.
Profesorado completamente superado con el trabajo que les había caído encima de pronto, agravado por su baja competencia en enseñanza a distancia, se ha visto impelido, de la noche a la mañana, a hacer una “tarea de titanes”, si no dispones de los medios adecuados ni conocimientos adecuados.
Los pocos resultados a los que he tenido acceso son deprimentes: como la gran mayoría de los profesores han mandado trabajo por correo electrónico o similar, no disponen de datos fidedignos de lo que ha pasado. La consejería no dijo inicialmente que este control se tuviera que llevar a cabo, por el contrario advirtió seriamente de que no se podía “avanzar” ni evaluar. Solamente los que han utilizado Moodle o Classroom, una tremenda minoría, apenas un 5% de los que conozco, han podido aportar datos reales.
Y con estos datos de los pocos LMS utilizados, hemos visto como los alumnos mentían a sus tutores acerca de lo que les habían mandado y de lo que estaban haciendo. Si a estas alturas los responsables de la Consejería de Educación de Cantabria no saben que la mayoría de los alumnos no van a hacer nada que no sea obligatorio ni evaluable, es que desconocen en qué trabajan.
Y ahora el aprobado general
El sistema educativo español debe ser la única institución de cualquier país del mundo en el que cuando una minoría tiene un problema, en este caso alumnos con una grave “brecha digital”, se pretende solucionar con un “para todos café”. Como hay alumnos que no van a poder seguir el curso correctamente por falta de medios, en vez de procurarles los medios se “cierra el quiosco”. Ya no habrá exámenes ni evaluaciones ni suspensos.
Se me ocurren algunas burradas del tipo de esta: ante la falta de plazas en las UCIS. ¿Hubieran mandado a casa a todos para “no discriminar”?. Menos mal que no ha pasado, casi…