No me refiero a la porquería de programa de televisión que ha popularizado el nombre procedente de la interesantísima novela “1984”, de Orwell.
En realidad, me refiero al concepto de vigilancia extrema que la sociedad tecnológica está propiciando y que constituye, para bien o para mal, uno de los grandes retos a los que se enfrenta nuestra sociedad.
Lo que hacen los chinos
Es sabido que en China el gobierno lleva tiempo implementando un sistema de identificación facial a través de cámaras colocadas de forma ubicua en los espacios públicos de varias ciudades.
En China, por lo menos en Wuhan, durante el tiempo que llevan con la epidemia de coronavirus parece que han utilizado una aplicación de móvil con geolocalización e inteligencia artificial que, mediante un sistema de clave de colores, te avisa de tu riesgo y de los lugares por los que te puedes mover.
Si has estado cerca de gente infectada, tu código cambia a amarillo o rojo, según la gravedad, y tus movimientos se ven limitados.
Nadie puede dudar de la tremenda eficacia que tiene una medida de ese tipo para parar una epidemia como esta. Mientras que en España e Italia está claro que el elevado número de transmisores asintomáticos que han circulado libremente desde el inicio se ha convertido en la clave del problema, en China la combinación de tests de diagnóstico y férreo control de tu riesgo de contagio está siendo la clave. ¿Cuánta gente que está haciendo cuarentena, o no, en España, estará ya contagiada?
Mi vecino que sale a pasear subrepticiamente todos los días, estaría perdido con una aplicación como esta, lo mismo que el del perro que se llega hasta la playa, aunque viva a tres kilómetros, etc.
Pero lo mejor sería que se sabría si has estado en contacto con infectados. Lo que se intentó hacer “a mano” en España e Italia con los resultados que todos conocemos.
El gran hermano educativo
En el curso “Unidades didácticas con Moodle” que tenemos en Investea, hay una parte de un capítulo, el dedicado a evaluación, que se titula así. “Gran hermano”.
Moodle registra toda la actividad del alumno, actividad que el profesor puede comprobar en cada momento. Ya he utilizado en alguna ocasión esta característica, para contestar a alguien que reclamaba que había hecho más trabajo del que en realidad había hecho.
Incluso las últimas versiones de Moodle incorporan ya un algoritmo de inteligencia artificial que te avisa de los estudiantes en riesgo de abandono. El Gran hermano ya está aquí. Bueno aquí, aquí, no.
¿Si tienes teléfono y gmail para qué quieres Moodle?
Esta mañana se pedía a los profesores tutores de Cantabria que llamaran por teléfono, entre el lunes y martes, a todos sus tutorandos para preguntarles por la tareas que les mandan sus otros profesores y si las están haciendo. Pobre Orwell, ¡nunca se pudo imaginar el sistema educativo español!
Está claro que en España somos de hacer las cosas “a mano”. Tuve una compañera que tras un viaje quedó en que me escribiría un email, pero ella lo haría “a mano“. Pues igual.
Lo curioso de esto es que, como ya he comentado, los centros educativos de Cantabria, al igual que los de otras comunidades, tienen habilitada una plataforma de comunicación con las familias y alumnos, que aquí se llama Yedra, y aulas Moodle para todo el mundo. ¿Por qué no se exige su uso?
La respuesta está clara: a las autoridades educativas les importa un mierda el aprendizaje. Les importa quedar bien, dar buena imagen.
Y currando toda la mañana para poner un par de actividades en Moodle no se luce nadie.